Dentro del propio archivo administrativo existe una colección de piezas musicales relacionadas con actividades del Centro: composiciones premiadas, trabajos de cursos de armonía o composición, obras escritas específicamente para los exámenes de oposición, repertorios interpretados por alumnos y profesores en conciertos extraordinarios (particularmente los realizados en ceremonias presididas por los reyes), etc. Además, dentro del fondo de la Biblioteca, y sin dejar de referirnos a partituras manuscritas destaca, entre otras, la colección denominada Archivo del Rey Amadeo, procedente del Palacio Real de Madrid y que ingresó en el Conservatorio durante ese efímero reinado (al menos una parte entró en enero de 1872), previa solicitud del entonces Director del Conservatorio, Emilio Arrieta, que pedía una compensación por las pérdidas sufridas en el incendio de 20 de abril de 1867. Este fondo consta de más de quinientas tonadillas escénicas de la segunda mitad del XVIIII, en la que están representados los autores más conocidos del género (Castel, Misón, Esteve, Laserna, Moral, etc.).
También de la misma procedencia, varios centenares de partituras manuscritas de ópera italiana de finales del siglo XVIII y principios del XIX (obras de Paisiello, Martín y Soler, Päer, Cimarosa, Salieri, etc.) que, según recientes investigaciones, pudieron ser reunidas por Carlos IV durante su exilio en Italia entre 1808 y 1819. Es sin duda la colección más notable de España para este repertorio y, al parecer, una parte importante de los manuscritos pertenecieron a una compañía de ópera llamada Zappi y afincada en Bolonia. El Archivo del Rey Amadeo, aunque está catalogado desde el siglo XIX, permanece en gran medida inexplorado por los investigadores españoles y extranjeros y podría dar lugar a muchas sorpresas. Actualmente está siendo digitalizado y en un futuro muy próximo será accesible a través de la red, en la plataforma "Ilustra Madrid", creada para difundir el patrimonio histórico de nuestra Comunidad.
En cuanto a la música manuscrita española podemos decir que la colección del Conservatorio es especialmente importante, sin duda la mayor de España en partituras de los dos últimos siglos. Sería imposible dar aquí una idea completa de su contenido, y sólo diremos que abundan los autógrafos y manuscritos originales (Antonio Soler, Pedro Albéniz, Isaac Albéniz, Joaquín Turina, Santiago Masarnau, Tomás Bretón, Ruperto Chapí, Emilio Arrieta, Ramón Carnicer, Francisco Asenjo Barbieri, Tomás de Iriarte, Hilarión Eslava, Jesús de Monasterio, Pablo Sarasate, Ferrandiere, Laporta y otros muchos) que conviven con piezas manuscritas muy valiosas de músicos extranjeros de los siglos XVIII y XIX (autógrafos de Boccherini, Rossini, Mercadante, Portogallo, manuscritos originales de Mozart y Haydn, fuentes únicas de la música de Domenico Scarlatti o Duport). Dentro del repertorio sinfónico destaca el archivo completo de la Sociedad de Conciertos, con el material manuscrito de centenares de obras que se pusieron en los atrile de su orquesta, la primera agrupación estable de España, desde su fundación en 1866 hasta 1903. También resulta muy interesante la colección de obras manuscritas realizadas para los exámenes de oposición de los aspirantes a cátedras de diferentes instrumentos; entre ellas, alguna pieza para piano escrita expresamente para la ocasión por Isaac Albéniz. En la colección del Conservatorio conviven fuentes manuscritas con distinto grado de proximidad al autor: manuscritos autógrafos, copias originales, numerosas copias de uso profesional, ediciones manuscritas de venta en librerías y almacenes de música (un tipo de documento musical muy común en España entre 1780 y 1830) y abundantísimas partituras manuscritas de uso privado.
La institución cuenta con un Archivo histórico-administrativo agregado a la Biblioteca, donde se guardan unos mil ochocientos legajos (por encima de los cien mil expedientes) y más de doscientos libros (de actas, contabilidad, matrículas, órdenes generales, etc.), que documentan toda la actividad del Conservatorio durante los siglos XIX y XX. Hasta hace muy pocos años el Archivo permaneció sin catalogar y sin personal específicamente dedicado a él. Sólo desde 2004 podemos disponer de un programa informático (Techlib).
En el siglo XIX los legajos se ordenaban en forma temática y cronológica y, por lo general, cada uno de ellos abarcando períodos bienales. De los primeros cuarenta años de existencia del Conservatorio se conservan series bastante completas, a pesar de excepciones como las del período 1838-1840. Las tipologías documentales varían con el tiempo y pueden observarse lógicas modificaciones en los procedimientos administrativos y un mayor o menor rigor en la realización de esas tareas. Algunas etapas presentan secuencias cronológicas muy completas y otras, por el contrario, como las primeras décadas del siglo XX, muestran lagunas evidentes.
Antes de iniciar la catalogación de los documentos hubo que hacer un trabajo previo de ordenación: se reunieron todos los libros dispersos y se clasificaron por fechas y tipologías. Más tarde se organizaron también los legajos, separando los expedientes personales de la documentación referida a asuntos generales; esta última se ordenó cronológicamente, desde la fecha de fundación del Conservatorio y fue la primera en catalogarse. Durante la operación se detectaron expedientes desaparecidos, legajos facticios y algunas pérdidas significativas, probablemente producidas por los numerosos traslados, incendios e inundaciones. No se puede ocultar que la desidia también hizo lo suyo, ya que parte del material estuvo durante décadas arrumbado en un rincón del Teatro Real (lo que dio lugar a alguna polémica en la prensa) y el Conservatorio, centrado en su vida académica, apenas se preocupó del mantenimiento de su patrimonio histórico.
La historia de España de los dos últimos siglos tiene fiel reflejo en el archivo. A través de él vemos el impacto en la institución de acontecimientos políticos como las guerras carlistas (la primera de ellas estuvo a punto de hacerlo desaparecer por falta de financiación), las crisis económicas o la última guerra civil, cambios dinásticos y revoluciones. También se manifiestan los hechos culturales relacionados con la música: la edificación del Teatro Real (1851), los esfuerzos por incrementar la actividad artesanal e industrial (edición, imprenta, construcción de instrumentos), el auge del asociacionismo, la aparición de los conciertos públicos, el nacimiento de las primeras leyes de propiedad intelectual (1847 y 1879), los esfuerzos por promover socialmente la figura del músico profesional, la eterna polémica entre lo nacional y lo extranjero, la fijación del diapasón normal, etc.
El Conservatorio fue el primer centro oficial en España donde se impartían enseñanzas de música y declamación. Entre sus alumnos y profesores se contaron muchos de los mejores músicos españoles de los siglos XIX y XX, cuyos expedientes personales quedaron depositados en el archivo; el claustro era consultado habitualmente por gobiernos y autoridades sobre asuntos musicales de toda índole y creó un corpus de métodos y obras pedagógicas para su propio uso, que pronto se utilizó en todos los conservatorios españoles… En fin, estos y otros factores muestran que el Conservatorio fue durante décadas referencia en la vida musical del país, y que su importancia histórica tiene correspondencia en el Archivo, todavía en proceso de catalogación y del que queda mucho por explotar.
Además, facilitamos el acceso a la documentación a los alumnos de las
universidades madrileñas y estudiantes del Conservatorio que realizan
sus trabajos de investigación de fin de carrera. Estos últimos con
frecuencia se centran en temas relacionados con la historia o pedagogía
de sus respectivos instrumentos y con la historia del propio centro.
Como puede suponerse, en el archivo predomina un fondo de carácter académico, en forma de expedientes personales, actas, informes de profesores, documentación sobre premios y oposiciones, correspondencia oficial, etc., en la que, como queda dicho, están presentes muchos de los grandes nombres de la música española de los dos últimos siglos. Además de esta documentación generada por el propio centro, en la que aparece correspondencia hológrafa demúsicos de renombre como Rossini, Cherubini, Albéniz, el editor Ricordi, etc., contamos con interesantes archivos de sociedades filarmónicas de los siglos XIX y primera mitad del XX (Sociedad de Conciertos, Sociedad de Cuartetos, Liceo Artístico, Agrupación Nacional de Música de Cámara). A esto se añaden algunas cartas ingresadas por donaciones particulares, escritas por un muestrario variopinto de personajes de la cultura y la política, entre los que podríamos citar a Gerardo Diego, Chateubriand, Mesonero Romanos, Emilio Castelar, Luis XIV de Francia, los Duques de Os na, de Gandía y de Orléans, los generales Prim y Cabrera, los Condes de Morella y de Toreno y sorprende, además, la presencia inesperanda de unos diarios de navegación del marino A. Sánchez Toca y una interesantísima colección de pasquines, bandos y circulares de la Guerra de la Independencia. Por último, en 1999 el Conservatorio se enriqueció de forma extraordinaria con la llegada de la colección del musicólogo e hispanista norteamericano Robert Stevenson, testimonio de sus más de cincuenta años dedicados a la investigación en archivos españoles y americanos.
El Archivo del Real Conservatorio ha obtenido recientemente dos ayudas económicas importantes para distintos proyectos. En primer lugar, y gracias a la intervención de la Fundación Jacinto e Inocencio Guerrero, una subvención para microfilmación (obtenida en el 2000 y renovada anualmente hasta el 2004) de la Subdirección General de Archivos del Ministerio de Cultura. Más tarde, en 2006, un crédito especial concedido por la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid que se destinó a la limpieza y conservación, compra de mil cajas especiales, etc. El trabajo no se ha podido completar todavía, por lo que creemos que hace falta mantener estas ayudas para poder disponer de todo el potencial del Archivo como fuente de investigación histórica y superar, por fin, las muchas décadas de abandono y falta de inversión.
Las colecciones históricas del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid reúnen distintos tipos de materiales: instrumentos musicales, documentación manuscrita, partituras y monografías impresas, publicaciones periódicas, registros sonoros y audiovisuales. El Centro es, por tanto, una combinación compleja de archivo histórico, biblioteca de investigación, fonoteca y museo de instrumentos. Su conservación y tratamiento es especialmente difícil y necesita de una atención presupuestaria y de personal que, si bien ha mejorado mucho en los últimos años, todavía no alcanza el nivel óptimo deseable.
El Conservatorio es uno de los más antiguos de Europa, fue fundado por la reina María Cristina, última esposa de Fernando VII, el 15 de Julio de 1830, y su propia historia es ya un patrimonio valioso. En todo este tiempo no ha dejado de acumular fondos bibliográficos y documentales. Los avatares de las colecciones están estrechamente unidos al discurrir de la vida musical del país, con sus innegables carencias y sus valiosas peculiaridades: no en vano los fondos conservados tienen relación con la enseñanza que se ha impartido en el centro, por supuesto, pero también con la práctica profesional de la música en España, con su evolución y con su comercio.
La Biblioteca, su colección más conocida, es una de las más importantes de la especialidad en España, con un fondo estimado actualmente en más de 135.000 volúmenes, de los cuales no menos de 10.000 son partituras manuscritas de los siglos XVIII y XIX. Actualmente se incorporan a nuestra biblioteca entre 1.500 y 2.000 libros y partituras cada año, siempre dentro del ámbito de la música de tradición escrita. Desde la fundación del Conservatorio ha sido considerada por la mayoría de los músicos y bibliotecarios españoles la biblioteca musical por excelencia, y en ella se han reunido numerosas aportaciones de personas y entidades particulares (orquestas, sociedades filarmónicas, etc.) junto a colecciones procedentes de iniciativas oficiales: fondos del Registro de la Propiedad Intelectual, Depósito Legal, documentación procedente de instituciones eclesiásticas desamortizadas, colecciones donadas por miembros de la Familia Real, etc.
El Museo de instrumentos históricos ha sido inaugurado en mayo de 2007 en una nueva instalación concebida por Consuelo Ortiz. Está constituido por más de un centenar de piezas que ingresaron en distintas épocas a través de compras realizadas por el propio Conservatorio para el uso en las aulas, o bien en donaciones de particulares, entre las que destaca el célebre violín 'Boissier' (1713), una de las obras maestras de Antonio Stradivari (1644-1737), que fue donado en 1909 por el gran violinista Pablo Sarasate.
En el primer Estatuto del Conservatorio, redactado en 1830 por su director Francesco Piermarini y publicado un año después, no sólo se contemplaba la existencia de una biblioteca para uso exclusivo del "establecimiento", sino que en su capítulo X se estipulaba que "de todas las piezas que se impriman en España, el editor o el autor han de entregar dos ejemplares a a esta biblioteca; y que debe reunir cuantas curiosidades pueda adquirir sin inútil profusión, pero con toda diligencia". Se dictaron las órdenes oportunas, pero a pesar del apoyo expreso de la reina fundadora y de las autoridades madrileñas, los resultados de esta medida recaudatoria debieron de ser muy modestos: contra toda evidencia, la mayor parte de los comerciantes y editores de la corte afirmaron cínicamente no haber hecho ediciones nuevas o, incluso, no dedicarse a esa actividad, según consta en la correspondencia conservada en el Archivo. Sin duda estas respuestas sólo se explican por la picaresca de los empresarios, que trataban de eludir las entregas.
La auténtica realidad es que la creación del Conservatorio en Madrid supuso un enorme aliciente a la producción de música impresa y al surgimiento de nuevos comercios de música en la corte (los de Hermoso, Mintegui, Carrafa, Lodre, etc.). De esos primeros años aparece en el Archivo una interesante documentación que testimonia, además, el intento fracasado de implantación de un taller de calcografía musical dentro del propio Centro: instancia del grabador Casimiro Monier proponiéndose como fundidor de planchas del Conservatorio (1831), orden firmada por el ministro Ballesteros en Junio de 1832 para la creación del taller, al que se asignaba una inversión de 90.000 reales, muestra de plancha de la grabadora Eugène Collet e instancias de los editores parisinos Marquerie Frères (1835). Parece, incluso, que el más importante editor musical de la época, el italiano Ricordi, albergó el proyecto de establecer una sucursal en Madrid, animado por el gran incremento de la demanda. Al final no lo hizo, pero consiguió un contrato muy sustancioso con el Conservatorio para el suministro de más de cuatrocientas óperas impresas y de algunos pianofortes.
No es de extrañar que la Biblioteca sea muy rica en música impresa del siglo XIX, especialmente de ediciones españolas, ya que fue receptora de fondos procedentes del Registro de Propiedad Intelectual, pero también hay un número muy importante de impresos extranjeros que evidencian el seguimiento de las corrientes europeas: primeras ediciones de grandes músicos del Romanticismo (Beethoven, Chopin, Schubert, Schumann, Liszt,etc.), gran representación de la música de Verdi y demás operistas italianos, primeras ediciones de Wagner, dos ejemplares de la obra completa de J.S. Bach editada en la segunda mitad del siglo XIX, miles de ediciones francesas adquiridas al comerciante Simon Richault, proveedor habitual desde 1844, centenares de bibliotecas donadas en la época, con abundancia de ediciones italianas, francesas, alemanas, por lo general encuadernadas en colecciones facticias, etc. En definitiva, resulta imposible hacer aquí ni siquiera un resumen aproximado de este fondo.
En lo que respecta a ediciones de época anterior hay que señalar la pobreza de la Biblioteca en impresos españoles, pero no así de impresos extranjeros de la segunda mitad del siglo XVIII y, sobre todo, la presencia de una espléndida colección de cincuenta y un libros impresos del siglo XVI, la llamada Colección de Uclés. Esta colección procede del monasterio de dicho nombre en la provincia de Cuenca e ingresó en el Conservatorio el 1 de mayo de 1873, en cumplimiento de una orden gubernamental de incautación de bienes eclesiásticos. Es sin duda la mayor colección de España de impresos de polifonía de la época, está constituida por ediciones francesas, italianas, flamencas y alemanas de motetes compuestos por polifonistas de la segunda mitad de siglo (Lasso, Monte, Clemens non Papa, Willaert, etc.) y encuadernado en pergamino, al estilo flamenco, con decoraciones de pan de oro. Nada se sabe sobre el primer propietario de la colección, pero parece que pudo ser un caballero de la Orden de Santiago (Uclés era la cabecera de dicha Orden) residente en los Países Bajos españoles durante el reinado de Felipe II.
El término "patrimonio" suele venir asociado al adjetivo de "histórico", pero desde un punto de vista técnico, el patrimonio artístico, bibliográfico y documental es un concepto también aplicable a colecciones modernas como las procedentes del Depósito Legal, que es la memoria viva de la edición española actual. Nuestra biblioteca se puede calificar como "biblioteca patrimonial" no sólo por depender de la administración pública y conservar fondos históricos, sino también por ser receptora del Depósito Legal de música escrita de la Comunidad de Madrid. Las colecciones modernas de partituras en el Conservatorio son muy importantes; incluyen, entre otros fondos, el Archivo de la Asociación de Compositores Sinfónicos Españoles, una colección de música contemporánea con más de un millar de obras y denominada "Exposición Siglo XX", la colección llamada "Casa Americana", con cientos de partituras norteamericanas publicadas entre 1930 y 1970 y donadas por la Embajada de Estados Unidos, el llamado "Fondo francés", don donado por la Embajada de Francia y otras muchísimas colecciones integradas en el llamado "Fondo de préstamo", constituido por más de veinte mil partituras de menos de cincuenta años que constituyen la base del servicio de préstamo de la Biblioteca.
Pero no todo es música escrita, existe también en la Biblioteca una notable y actualizada colección de libros sobre música, además de cerca de un millar de títulos de publicaciones periódicas, muchas de ellas del siglo XIX, época de nacimiento de la prensa musical. Se trata de una colección en la que también procuramos estar actualizados, por lo que mantenemos cerca de un centenar de suscripciones vivas en edición papel. En cuanto a los fondos de Fonoteca, suponen alrededor de quince mil discos de vinilo, algo más de cinco mil discos compactos y unos trescientos vídeos y DVDs.
Huella muy intensa ha dejado en las colecciones del Conservatorio su estrecha relación con la Casa Real durante el siglo XIX y principios del XX, de la que quedan como testimonio las donaciones de la reina fundadora María Cristina de Borbón, las colecciones de ópera y música de salón de la Infanta Isabel Francisca de Borbón, más conocida como "La Chata" o "La Infanta castiza", por su gran vinculación con Madrid y los madrileños, las donaciones de la reina regente María Cristina de Habsburgo, con excelentes encuadernaciones, o la ya citada colección del rey Amadeo de Saboya. El Conservatorio fue motor en aquellos tiempos de iniciativas de gran trascendencia en la historia de la música española, como la creación de la Sociedad de Cuartetos (1863), la Sociedad de Conciertos, el Liceo Artístico y Literario, etc. Fueron proyectos muy interesantes surgidos en el seno de la institución, en momentos de gran actividad musical, y que seguían modelos experimentados en otros países. De todos ellos conservamos en nuestras colecciones música y documentación que quizás permitirían revitalizarlos en nuestros días, bien con planteamientos historicistas o como ideas que podrían desarrollarse con plena validez en un nuevo formato.
El primer reglamento del Conservatorio estipulaba que el secretario del Centro, un profesor 'subalterno exclusivamente del Director', se hiciera cargo del mantenimiento del Archivo y la Biblioteca (incluyendo trabajos de copiado de música), para lo que preveía un incremento de su sueldo. El primer archivero-bibliotecario fue Wenceslao Muñoz, profesor de Aritmética, Geografía y Primeras letras, pero al parecer fue el profesor de piano Pedro Albéniz, autor del primer método oficial del instrumento, el primer comisionado para viajar a París a adquirir partituras para la Biblioteca. El compositor Rafael Hernando sustituyó a Muñoz en 1852 y éste fue relevado, a su vez, en 1868 por Manuel de la Mata, autor de otro célebre método de piano.
La Biblioteca fue refundada por decreto en 1866 y a partir de entonces aparece en la documentación la denominación 'nueva biblioteca de la Escuela de Música'. Debió de ser en esos años cuando se decidió elaborar un catálogo en forma de libro manual, donde aparecen listas de autores y títulos, clasificados en diferentes apartados por materias. El catálogo fue concluido en octubre de 1884 y en él debió de tener un papel destacado Eusebio Ruiz Rero (1828-?), un personaje interesante, profesor de música y Doctor en Jurisprudencia. Entre 1872 y 1878 trabajó como 'bibliotecario sin sueldo' encargado del 'arreglo y clasificación de la nueva biblioteca'. Como recompensa, el por entonces director de la institución, el compositor Emilio Arrieta, apoyó las pretensiones de Ruiz de obtener la medalla de Carlos III (1873) y ser admitido en el Cuerpo de Archiveros y Bibliotecarios (1876). Además de su labor en la Biblioteca, Eusebio Ruiz fue compositor de abundante música de salón y desempeñó una intensa actividad como colecoleccionista de música impresa y manuscrita del siglo XVIII, que más tarde donó al Conservatorio. En forma anónima (firmaba 'R.R.'), mantuvo con Barbieri una polémica sobre la formación del bibliotecario, que apareció publicada en la Revista de Archivos Bibliotecas y Museos en agosto de 1876 y febrero de 1877. En contra de la opinión de Ruiz, Barbieri afirmaba que en la profesión de archivero y bibliotecario musical 'son más necesarios los conocimientos de la Escuela Diplomática (la única que expedía titulaciones bibliotecarias) que los de música'
La plaza de bibliotecario en el Conservatorio fue desempeñada por músicos (caso de Pedro Fontanilla, nombrado en 1885), bibliotecarios profesionales (Hortensia Lo Cascio, 1958, y Margarita Navarro, 1981) o, en raras ocasiones, por personas que combinaban ambas condiciones (Julio Gómez, 1914). En 1915 la dirección de la Biblioteca fue adscrita al Cuerpo Facultativo de Archiveros y Bibliotecarios, pero durante muchos años estuvo vacante y el trabajo se entendió como complemento de otra función docente ejercida en el propio centro.
Por la duración de su vida profesional al servicio de la Biblioteca (entre 1914 y 1956) y su notable personalidad como profesor del centro, compositor y musicólogo, destaca la figura de Domingo Julio Gómez García (1886-1973), al que se deben los primeros catálogos en ficha. Durante su ejercicio profesional se llevó más de un disgusto, como el robo de algunos volúmenes de la Colección de Uclés y el tener que trasladar la Biblioteca en cinco ocasiones de un edificio a otro, pero también algunas alegrías, como la recepción de quinientos volúmenes donados en 1922 por la Sociedad de Autores o la adquisición del viejo archivo de la Sociedad de Conciertos (1923).
Durante casi toda su historia, el Archivo y la Biblioteca contaron con un solo empleado para todas las funciones (catalogación, atención al público, etc.), que daba prioridad a los trabajos de Biblioteca. Actualmente la plantilla es de nueve funcionarios con dedicación plena y en todos los niveles (facultativo, ayudante, auxiliar), pero sigue siendo deficitaria, sobre todo en el nivel auxiliar. Necesita, por tanto, acudir a empresas especializadas para emprender los trabajos retrospectivos que se han acumulado en 177 años de actividad. Jóvenes del servicio social, objetores de conciencia, becarios y contratados eventuales (entre ellos, algunos importantes musicólogos) han nutrido los equipos de apoyo que, frecuentemente, se vieron realizando funciones por encima o por debajo de su capacitación o su grado de responsabilidad, supliendo a una plantilla inexistente.
Como conclusión diré que tenemos sin duda una de las mejores colecciones españolas de música, una especialidad que en nuestro país cuenta con una infraestructura bibliotecaria muy escasa. Somos como una maraña: un tipo especializado de biblioteca docente, al mismo tiempo histórica, y también patrimonial sin dejar de ser una biblioteca de préstamo, además de funcionar como un centro de documentación especializado y como una fonoteca. Y esto sin contar con que, como ya queda dicho, no sólo somos una biblioteca, sino también un archivo histórico y tenemos una colección de instrumentos y un número apreciable de piezas de museo… Son muchos los frentes en los que hay que actuar y muy grande la necesidad de recursos humanos y materiales. Tenemos una gran responsabilidad: la catalogación informatizada de todos los materiales, la reconversión de los ficheros manuales, la conservación y difusión, la digitalización sistemática, son sus pilares fundamentales y sus retos principales.
Esperamos que estas páginas contribuyan a mejorar el conocimiento sobre las colecciones del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid. Todos los esfuerzos son pocos para cuidar y dar a conocer un fondo que lo merece, tanto por su volumen e importancia histórica, como por el prestigio de la institución que lo alberga.